Este 2020 ha sido un año crucial, como lo fue para mí septiembre de 2014 y febrero de 2015. Y sin darme cuenta, veo que todo se juntó ese año para poder hoy actuar como lo hice.

En este 31 de diciembre, día en el que nos da por pensar en lo que ha sucedido los 364 días anteriores, de manera que podamos cerrar un circulo que creamos, y que intentamos que sea la última página en blanco por escribir para pasar a escribir algo nuevo, con 365 hojas en blanco esperando. Pero no, no es así, los libros no se cierran, no finalizamos uno para escribir otro, sino que enlazamos uno tras otro para crear el futuro, aunque no lo sepamos.

2020 un año de cambios. Un año en el que hemos aprendido. Un año en el que nuestra manera de actuar ha cambiado. Un año en el que nuestra manera de trabajar está cambiando.

En 2014 decidí dar el paso de formar parte de una gran familia, y adentrarme en IESE para crecer no sólo profesionalmente sino personalmente, por la gente que conocí y con la que tuve la oportunidad de coincidir y ahora forjar una buena amistad.

Pero nunca pensé que lo tantas veces aplicado en el IESE, y a posteriori en la vida real, se iba a materializar de tal manera.

En el IESE te formas en el método del caso. Un apasionante método, en el que en un momento te plantas con toda una situación y analizas de manera ágil qué hacer, cómo hacerlo, qué decisiones tomar… No existe una única respuesta, o una respuesta válida, sino que son tus decisiones las que crean esa respuesta y lo que hacemos. Es un entrenamiento. Un entrenamiento para poder aplicarlo en nuestro trabajo de manera instintiva y natural.

Y así es, poco a poco te das cuenta como tu forma de actuar cambia, tu manera de pensar se convierte en más ágil y considerando múltiples opciones en un momento.

Y durante ese mismo curso escolar, sin saberlo mi vida seguía cambiando. En febrero de 2015 para ser más exactos. Gracias a mi padre que sabiamente me guió hacia ese cambio. Como muchas otras cosas que mi padre ha hecho en la vida, orientarme, guiarme, aconsejarme, y hacerme crecer. Tanto con las experiencias buenas como con las malas. Con sus propias experiencias me permitía ver lo que sucede en la vida, y aprender de cada una. La importancia de fijarse en lo que sucede a tu alrededor, de aprender de ello para que cuando tu tomes decisiones te permita valorar con más información. Lo mismo espero dejarles a mis hijos.

Ese febrero me adentré en otro entrenamiento. Un entrenamiento en el que me sentía muy pequeña, rodeada de personas impresionantes, empezando por una de las personas que me ha enseñado mucho, mucho más de lo que él piensa. Él es Andreu, el Dr. Andreu Veà. Pero lo que me ha enseñado no lo ha hecho como Doctor, lo ha hecho como persona. Y lo ha hecho sin ser consciente. Yo sólo he tenido una vez más que fijarme como lo hago con mi padre.

Y… Llegó el 2020, un año atípico, diferente. No se planteaba diferente, no se planteaba tan convulso. Pero lo ha sido.

Un 2020 en el que todo cambió. Y ahí empezó la práctica real.

Nunca imaginé que lo que vivíamos de manera tan rápida en los grupos de trabajo de IESE se convirtiera en real, pero en COVIDWarriors lo hicimos real e incluso lo superamos.

Y dejé de sentirme pequeña, ya que aprendí de nuevo que lo que yo puedo aportar no tiene por qué ser lo mismo que lo que aporta otro, sino que cada uno aportamos lo mejor de lo nuestro y que ahí reside la magia. Y sin saberlo crecí de nuevo.

Nos reuníamos a diario, para analizar, valorar, buscar y proporcionar soluciones. Toma de decisiones con la información disponible en ese momento, pero no cualquier información, sino la mejor. Conectando la inteligencia colectiva, creando grupos de trabajo que nos permitieran no tomar las mejores decisiones probablemente, pero si las decisiones más rápidas, ágiles y contrastadas posibles. Creando proyectos que permitieran ayudar a los que ayudan. Proyectos ágiles.

Hemos aprendido que en equipo se trabaja mejor, unidos, aunque no pienses igual. Que estos equipos no tienen por qué conocerse previamente, pero que cuando empiezan a trabajar de manera ágil y conjunta parece como si siempre se hubieran conocido. Los mismo que sucede con los grupos de trabajo que forjé en IESE. Aquí nos hemos pasado más de 200 días reunidos personas las cuáles la mayoría no nos conocíamos previamente, y mucho menos habíamos trabajado juntos. Y hemos aprendido a trabajar juntos, nos hemos relacionado virtualmente a nivel personal y hemos creado los vínculos necesarios para trabajar y sentirnos en casa.

Vimos la importancia del liderazgo. Es importante crear, pensar, discutir, pero hay que cerrar, ejecutar y ofrecer esa ayuda. Estábamos en una guerra, y más allá de grandes proyectos, teníamos que ofrecer soluciones profesionales y a la altura, pero de manera inmediata. “Lo mejor es enemigo de lo bueno” como afirmaba Voltaire.

Importante valorar, y saber cuándo aportamos valor, cuando dejamos de hacerlo, y cuando un proyecto no nos necesita y debemos dejarlo.

Hemos creado proyectos que aporten, que solucionen, que beneficien en el corto plazo principalmente.

Y seguimos, luchando. Redefiniendo el impacto social, de manera ágil y de manera diferente.

2014 me formó en la teoría más práctica, 2015 me regaló el entrenamiento y 2020 me lo trajo. Creo que nunca hubiera deseado que fuera de esa manera, pero no depende de mí. Nosotros lo que hicimos, fue reaccionar. Reaccionamos de una manera para poder cambiar lo que sucedía, o hacerlo mejor.

No es lo que sucede en el mundo, sino la forma como lo afrontas, y lo que haces en ese momento. Si piensas que nada depende de ti te equivocas. El cambio empieza en ti, y si no te gusta lo que está sucediendo en este mundo tú puedes ayudar, no a cambiarlo, sino a cómo afrontarlo y de paso sí que intentar cambiar la forma en que te afecte.

Me niego a decir que quiero cerrar este 2020, darle carpetazo, que todo ha sido malo, que quiero olvidarlo. Para nada, no quiero olvidarlo, ya que todo lo malo que nos ha sucedido nos sirve para cambiar. La sociedad ha cambiado. Valoramos y aprendemos a valorar lo que nos han dado, lo que tenemos. Y valoramos lo que nos quitan, aprendiendo e intentando cambiar.

Gracias 2020 por lo que nos has enseñado, aunque duela. Gracias 2014 y todos los que lo hicisteis posible y seguís haciéndolo, estando ahí. Y gracias 2015 por regalarme lo que cambió mi vida y las personas que lo hacen posible, a muchas las conozco, pero a otras aún no, pero sé que no sólo son impresionantes, sino que son especiales.

Y a este 2021 le pido que siga en la misma línea, no sólo humanizando lo que sucede, sino seguir levantándome y cambiando lo que la vida nos trae, sin quedarme quieta, sin aceptar únicamente lo que pasa o simplemente criticándolo.

Me he dado cuenta que no va de lo que haces, no va de gestión, no va de la formación que recibes, sino que va de personas, de como les haces sentir, como te sientes tú, como conectas personas para cambiar, como conectas tú, como ayudas, como trabajas y sobre todo como lo observas para aprender, aprendiendo cada día. Y pienso seguir así este 2021, dejando mi huella.

Gracias a todos y cada uno de los que lo hacéis posible. Mi familia en todos los sentidos. Desde la familia de sangre, la nueva creada, la familia de amigos, la familia que he creado trabajando, y en el voluntariado. Gracias por enseñarme tanto.

Y sobre todo gracias a mis hijos por hacer que nunca me rinda.

Feliz 2021. Gracias 2020.

Patricia Ripoll

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Patricia Ripoll
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